Escucharte y sentirte

viernes, 29 de enero de 2010

¿Dónde estás?
Aquí estoy, mirame
No te veo!
estoy frente a ti,
vuelve a mirar estoy mirando,
no te veo!

Necesito verte, te extraño!
cierra los ojos,
¿Me sientes?
Sí, te siento, te siento frente a mi.
ves, si estoy!

Pero no te veo !
Mi amor, aquí estoy
¿Dónde?
Espera, no puedo tocarte
¿Porqué?
no sé, no sé que pasa.
¿Por qué no puedo verte?
No lo sé, no entiendo que me pasa.
tampoco te senti entrar
¿No?, no entiendo
espera, suena el telefono.

¿Quién era, Por qué tienes esa cara?
¿Cómo llegaste aqui?
la verdad... no recuerdo, ¿No recuerdo?
¿Qué paso antes de qué vinieras?
estaba en mi auto, y ... ¿Mori?
Por eso no puedo verte, sólo escucharte y sentirte...

Los llamares ~

miércoles, 13 de enero de 2010
La luna llama a la mar y la mar llama al humilde chorrito de agua, que en busca de la mar corre y corre desde donde sea, por muy lejos que sea, y corriendo crece y arremete y no hay montaña que le pare la pechada. El sol llama a la parra, que queriendo sol se estira y sube. El primer aire de la mañana llama a los olores de la ciudad que despierta, aroma de pan recién dorado, aroma de café recién molido, y los aromas al aire entran y del aire se apoderan. La noche llama a las flores del camalote, y a medianoche en punto estallan en el río esos blancos fulgores que abren la negrura y se meten en ella y la rompen y se la comen.

~ La frontera del arte

lunes, 4 de enero de 2010
Fue la batalla más larga de cuantas se pelearon en Tuscatlán o en cualquier otra región de El Salvador. Empezó a la medianoche, cuando las primeras granadas cayeron sobre la loma, y duró toda la noche y hasta la tarde del día siguiente. Los militares decían que Cinquera era inexpugnable. Cuatro veces la habían asaltado los guerrilleros, y cuatro veces habían fracasado. La quinta vez, cuando se alzó la bandera blanca en el mástil de la comandancia, los tiros al aire empezaron los festejos. Julio Ama, que peleaba y fotografiaba la guerra, andaba caminando por las calles. Llevaba su fusil en la mano y la cámara, también cargada y lista para disparar, colgada del cuello. Andaba Julio por las calles, polvorientas, en busca de los hermanos gemelos. Esos gemelos eran los únicos sobrevivientes de una aldea exterminada por el ejército. Tenían dieciséis años. Les gustaba combatir junto a Julio: y en las entreguerras, él les enseñaba a leer y a fotografiar. En el torbellino de esa batalla, Julio había perdido a los gemelos, y ahora no los veía entre los vivos ni entre los muertos.

I Don't care - 2NE1

domingo, 3 de enero de 2010

Los sueños de Helena.


"Aquella noche hacían cola los sueños, queriendo ser soñados, pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera. Uno de los sueños, desconocido, se recomendaba:
- Suéñeme, que le conviene. Suéñeme, que le va a gustar.
Hacían la cola unos cuantos sueños nuevos, jamás soñados, pero Helena reconocía el sueño bobo, que siempre volvía, ese pesado, y a otros sueños cómicos o sombríos que eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar."

{El libro de los abrazos, Eduardo Galean}

Los tres dones ~

viernes, 1 de enero de 2010
"Cierta vez, en la ciudad de Bichár vivió un bondadoso príncipe a quien todos sus súbditos amaban y honraban.
Pero había un hombre excesivamente pobre, que estaba amargado contra el príncipe y no paraba de utilizar una lengua pestilente para denigrarlo. El príncipe lo sabía, pero era paciente. Finalmente, empero, lo reconcideró, y una noche de invierno llegó a la puerta del hombre un servidor del príncipe, llevando un saco de harina de trigo, un paquete de jabón y un poco de azúcar.
-El príncipe te envía estos presentes como recuerdo- explicó el sirviente.
El hombre regocijó, pues pensó que los regalos eran un homenaje del príncipe. Y en su orgullo fue en busca del obispo y le contó lo que había hecho el principe, diciendo:
-¿No véis como el príncipe desea mi amistad?-
Pero el obispo respondió:
-¡Oh, que sabio es el príncipe, y qué poco lo que tú comprendes! El habla con simbolos. La harina es para tu estómago vacío; el Jabón, para tu sucio pellejo, y el azúcar para endulzar tu lengua amarga.
A partir de ese día, el hombre se avergonzó incluso de sí mismo. Su odio hacia el príncipe se hizo mayor que nunca y odió más aún al obispo que le había revelado al principe.
Pero, de ahí en adelante, permaneció en silencio."

El País de las flores - El libro de los abrazos; Eduardo Galeano

"Era un inmenso campamento al aire libre.
De las galeras de los mangos brotaban lechugas cantoras y ajíes luminosos, y por todas partes había gente ofreciendo sueños de canjes. Había quien quería cambiar un sueño de viajes por un sueño de amores, y había quien ofrecía un sueño para reír en trueque por un sueño para llorar un llanto bien gustoso.
Un señor andaba por ahí buscando los pedacitos de un sueño, desbaratado por la culpa de alguien que se lo había llevado por delante: el señor iba recogiendo los pedacitos y los pegaba y con ellos hacía un estandarte de colores.
El aguatero de los sueños llevaba agua a quienes sentían sed mientras dormían. Llevaban el agua a la espalda, en una vasija, y la brindaba en las altas copas.
Sobre una torre había una mujer, de túnica blanca, peinándose la cabellera, que le llegaba a los pies. El peine desprendia sueños, con todos sus personajes: los sueños salían del pelo y se iban al aire."
 
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