sábado, 24 de marzo de 2012

El atardecer se aproximaba y las olas del mar podían escucharse, en un calmado sonar. Iba a juntarme con Él, el que hacía que mi corazón se agitara con tan sólo mirarme. Observé el lugar y me di cuenta que al parecer se había retrasado, decidí sentarme a la orilla del mar para contemplarlo, hacía frío, más que lo normal y se me había olvidado llevar abrigo. La hora pasaba y comencé a preocuparme, pues el dueño de mi corazón aún no llegaba; una, dos, tres horas pasaron y enojada decidí marcharme a casa. De camino había un tumulto de gente detenida, me acerque y mi corazón se apretó, me asusté con esa sensación, pensé que podía ser mi familia o mi gran amor, más aún se me apretó cuando entendí porque Él no había llegado, pues yacía llorando junto a mi cuerpo que había sido atropellado.

El ático



El Clepsidra heredado de su padre marcaba aproximadamente las veinte horas cuando Clara llegaba a su casa, luego de un agotador día de trabajo y molesta por haber perdido su pendiente favorito en la hendija del paradero. Ya dentro, Comenzó a preparar la cena, esperando a su marido, cuando sintió su corazón apretarse como un capullo al escuchar un ruido en el ático, el misterio invadió su mente pensando que podía ser el espíritu de su padre, fallecido tan solo hace unos días, asustada subió a ver que ocurría. Su sorpresa fue encontrar a su esposo con su mejor amiga.
 
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