El atardecer se aproximaba y las olas del mar podían escucharse, en un calmado sonar. Iba a juntarme con Él, el que hacía que mi corazón se agitara con tan sólo mirarme. Observé el lugar y me di cuenta que al parecer se había retrasado, decidí sentarme a la orilla del mar para contemplarlo, hacía frío, más que lo normal y se me había olvidado llevar abrigo. La hora pasaba y comencé a preocuparme, pues el dueño de mi corazón aún no llegaba; una, dos, tres horas pasaron y enojada decidí marcharme a casa. De camino había un tumulto de gente detenida, me acerque y mi corazón se apretó, me asusté con esa sensación, pensé que podía ser mi familia o mi gran amor, más aún se me apretó cuando entendí porque Él no había llegado, pues yacía llorando junto a mi cuerpo que había sido atropellado.
Publicado por
Pauli ♪
sábado, 24 de marzo de 2012